Anoche llegué a Madrid, cargando con dos maletas y una mochila que pesan un quintal y medio, y casi con la lengua fuera. Como "amablemente" me recuerda siempre mi madre, tengo un don para no saber organizar mi tiempo. Mi abuela añade que siete cosas se sacan del padrino, así que supongo que la culpa será de mi tío Rafi.
Bueno, que me voy por las ramas. En breve esta aventura va a empezar, y durante las próximas... ¿18 horas? No tengo muy claro cuánto durará esto, pero espero poder dormirme en el avión. Al menos un poquito. Que cuando llegue a Tokyo, ciudad que dejé hace ya 16 años, me espera una de las jornadas más difíciles de todo estudiante internacional. Y también una de las más bonitas.
Pero, eso sí, ya será otra historia que escribiré (si Dios quiere) desde mi pisito de Suginami-ku. ¡Hasta luego!
Ámonoh par calle cabesa |
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